Evangelio según San Juan 6,30-35.
La gente dijo a Jesús: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?


Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo".
Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo;
porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo".
Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan".
Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Cirilo de Alejandría (380-444)
obispo y doctor de la Iglesia
Sobre Isaías, IV, 1

«Es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo»
«¡Cantad al Señor un cántico nuevo!»(Sl 95,1). Nuevo es el cántico, para que esté de acuerdo con las realidades nuevas; Pablo lo ha escrito: «El que es de Cristo es una criatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado» (2C 5,17). Los que eran israelitas por lazos de sangre fueron liberados de la tiranía de los Egipcios gracias al mediador de aquel tiempo, el sabio Moisés; fueron liberados de la faena de ladrillos, de inútiles sudores... de los quehaceres terrestres, de la crueldad de los vigilantes, de la dureza inhumana del Faraón. Atravesaron el mar; en el desierto comieron el maná; vieron cómo el agua brotaba de la roca; a pié enjuto pasaron el Jordán; fueron introducidos a la Tierra prometida.
Ahora bien, para nosotros todo esto ha sido renovado, y el mundo nuevo es incomparablemente mejor que el antiguo. Hemos sido liberados de una esclavitud, no terrestre, sino espiritual; hemos sido liberados no de quehaceres de esta tierra, sino de la suciedad de los placeres carnales. Hemos escapado no de los capataces egipcios o del tirano impío y despiadado, hombre como nosotros, sino de los demonios malignos e impuros que incitan a pecar y del jefe de su mala raza, Satán.
Hemos atravesado el oleaje de la vida presente, como se atraviesa el mar, con su tumulto y locas agitaciones. Hemos comido el maná espiritual, el pan bajado del cielo, que da la vida al mundo. Hemos bebido del agua salida de la roca haciendo nuestras delicias las aguas vivas de Cristo. Hemos atravesado el Jordán gracias al santo bautismo que hemos sido juzgados dignos de recibir. Hemos entrado en la tierra prometida a los santos y preparada para ellos, esta tierra de la que el Señor hace memoria diciendo: «Dichosos los mansos porque heredarán la tierra» (Mt 5,4).