Evangelio según San Lucas 6,27-38.
Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian.


Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica.
Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes.
Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman.
Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores.
Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Doroteo de Gaza (c. 500 -?)
monje en Palestina
Instrucciones , IV, 76

"Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso"
Si tuviéramos caridad acompañada de compasión y de pena, no tendríamos en cuenta los defectos del prójimo, según dice: “La caridad cubre una multitud de pecados” (1P 4,8) y también: “La caridad no tiene en cuenta el mal, lo excusa todo” (1Co 13,5.7). Si pues, tuviéramos caridad, ella misma ocultaría toda falta, y seríamos como los santos cuando veían los defectos de los hombres. Los santos ¿son ciegos porque no ven los pecados? Mas ¿quién detesta tanto el pecado como los santos? Y sin embargo, no odian al pecador, no lo juzgan, no huyen de él. Al contrario, lo compadecen, lo exhortan, lo consuelan, lo cuidan como se hace con un miembro enfermo; lo hacen todo para salvarle... Cuando una madre tiene un hijo minusválido, no le gira la cara con horror, sino que goza arreglándolo y hace todo lo que puede para que aparezca hermoso. Es así como los santos protegen siempre al pecador, se ocupan de él para corregirlo en el momento oportuno, para evitar que perjudique a otro y también para que ellos mismos progresen más y más en la caridad de Cristo...
Adquiramos, pues, también nosotros la caridad; adquiramos la misericordia con respecto al prójimo, para guardarnos de la terrible maledicencia, del juicio y del menosprecio. Ayudémonos unos a otros, como a miembros propios nuestros que somos... Porque “somos miembros unos de otros”, dice el apóstol Pablo (Rm 12,5); “si un miembro sufre todos sufren con él” (1Co 12,27)... En una palabra, cuidemos, cada uno según pueda, estar unidos entre nosotros. Porque cuanto más unido estás al prójimo, más unido estás a Dios.